El mundo está por hacer cada vez que me levanto,
los sueños chocan contra las paredes
como aviones pilotados por suicidas
incapaces de arrepentirse a tiempo.
El café es un mar agitado y profundo
que me desfigura la cara.
Dejo de ser una mujer, una niña, una anciana
y entre las ondulaciones me parece ver un monstruo
y una sola manera de resucitar:
imaginarte con el pelo revuelto
y las gafas impidiéndole caer sobre tu cara.
Sentir el aire que levanta el periódico
cuando pasas las páginas,
las escenas cotidianas
que nunca puedo ver.
La vida con minúsculas encerrada a cal y canto
dentro de mi cabeza
y darme cuenta de que el olvido
no existe porque existe el tiempo
y que los relojes no sacrifican nunca la motricidad de sus agujas
y que aunque suene a paradoja
el olvido pare más cuerpos
que las más fértil de las madres.
Sonia Fides
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